Acaban de acusarme de algo nuevo: de practicar el placer solitario. ¿A cuento de qué? Pues de mi Facebook, de mi Gmail, de mi blog, de mis aplicaciones para cantar o leer música...
A la primera, el comentario me ha escandalizado, pero enseguida he encontrado una pista que liga ambas actividades: esto TAMBIÉN es malo para la vista.
Al final, va a resultar que el padre Rufino tenía razón.
miércoles, 5 de agosto de 2009
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