Bloc de notas sobre la marcha

sábado, 8 de agosto de 2009

Fútbol.

Anoche, el Madrid jugó en Toronto contra un equipo local. Vi en la tele la primera parte, y estuvo entretenida.

Las entradas para ese partido, en la reventa, llegaron hasta los 500 Euros. Y sigue habiendo hambre en el mundo.

Pero dile tú, a quien pagó esa pasta, que la eche a la hucha del Domund.

¿La solución? Que sean los clubs de fútbol quienes donen al tercer mundo un porcentaje de su PIB. (Y no miro a nadie, al escribir esta "B".)

viernes, 7 de agosto de 2009

Benidorm.

Anoche salimos a tomar algo.

Primero, estuvimos de pinchos y zuritos por los bares vascos. Una forma de cenar caprichosa, deliciosa y divertida. En uno de los bares, con una gran bandera del Athletic firmada por los jugadores, el cocinero iba de blanco impecable pero su gorro de cocinero era una chapela. La pura imagen de un bilbaíno, hasta que, mirando al televisor del bar, dijo: "Co-one, haberme disho que hugaba er beti". La magia vasca desapareció, o se transformó, con el picante de la gracia sevillana, mientras el jefe, este sí del mismo-mismo Bilbao, voceaba que él no pagaba el Plus para ver partidos de segunda. Huimos amparados en el maravilloso revuelo que se formó, después de pagar sólo 5 euros por el mejor fascículo de nuestra cena.

Después de bajar al mirador a ver las dos playas y escrutar el mar en su negrura nocturna, tomamos algo dulce en una terraza atestada, y nos lanzamos en busca de música. En un pub, dos jóvenes irlandeses cantaron algunas de mis canciones favoritas, y me felicitaron por berrear "Proud Mary" con ellos, desde mi mesa.

En ese pub hice uno de esos amigos fugaces de la noche. Adam, del mismo Leicester, me preguntó si era inglés, antes de abrir yo la boca, y luego me aseguró que no aparento mis 53 años. Teniendo en cuenta sus pintas (extrañas por fuera, incontables por dentro), salí de allí sin poder archivar aquello en la carpeta de los halagos.

El resto de la noche: un poco de música disco en vivo y un club de jazz a punto de cerrar, pero que ya forma parte de nuestros planes para los próximos días.

A lo largo de la noche, observé cómo la mayoría de los "guiris" se pierden la buena cocina y el encanto de la zona de los vascos, para consumir pizza y esas otras cosas que llamamos comida basura. Pero hasta aquí llega mi chauvinismo ibérico, porque me parece triste ver cómo la mayoría de los españoles se pierden la música en vivo del "barrio de los guiris", en ocasiones con magníficos vocalistas o instrumentistas.

En esta Babel que habitamos, más que frases enormes sobre una globalización que todavía no nos cabe en el traje, nos vendrían bien más curiosidad y menos prejuicios. Asomarse a la casa "del otro" y echar un rato bueno haciendo algo distinto a lo que se espera de nosotros. No digo que nadie esté obligado, sólo que puede ser divertido.

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Last evening we had dinner out.

First, we had some "pinchos" and "zuritos" in the Basque bars. It's a capricious, delicious and fun way of having dinner. In one of the bars, with a great flag of the Athletic de Bilbao football club signed by the players, the cook was clad in impeccable white but his "chef" hat was a Basque beret. The pure image of a Basque, until he spoke with a clear Sevillian accent about the football match on TV. The Basque magic disappeared, or transformed, with the spicy taste of Sevilla, while the bar owner, this one from Bilbao itself, was shouting that he was not paying the pay-per-view TV to watch second-division games. We fled protected in that wonderful commotion, after paying only 5 Euros for the best chapter of our "serial" dinner.

After going down to the viewing-point to see both beaches and scrutinizing the sea in its night blackness, we had something sweet in a crammed terrace, and threw ourselves in search of music. In a pub, two Irish young men sang some of my favorite songs, and congratulated me for howling "Proud Mary" with them, from my table.

In this pub I made one of these fleeting friends of the night. Adam, of Leicester, asked me if I was an Englishman, before I opened my mouth, and then he assured me that I look younger than my actual 53 years. Bearing in mind his outside looks and the countless pints inside of him, I went out of there without being able to file that one in the "flattering" folder.

The rest of the evening: a little live disco music and a jazz club on the verge of closing, but which is already a part of our plans for the next days.

Throughout the evening, I observed how the majority of the "guiris" miss the good cuisine and the captivation of the Basque area, to consume pizza and other junk food instead. But hitherto my Iberian chauvinism comes, because it seems sad to me to see how the majority of the Spaniards just ignore the live music of the "guiris neighborhood", in occasions with splendid vocalists or instrumentalists.

In this Babylon that we inhabit, more than enormous phrases about a globalization that still does not fit in our suits, we could use some more curiosity and fewer prejudices. We could show up at the house of the "other one" and have a good time doing something different to what is expected from us. I am not trying to force anybody to do so, just suggesting that it might be fun.

Glossary of local terms:

A "pincho" is a small portion of food, usually hold by a toothpick and served with a drink (wine, cider or beer).

A "zurito" is a small glass of draught beer. What a pure Englishman would properly call a "girlie beer". The aim is to balance the volume of drink with the food.

"Guiri" is a friendly way of calling any foreigner.

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jueves, 6 de agosto de 2009

Viernes.

He dormido cuatro horas. Voy a volver a la cama porque mis huesos piden horizontalidad, pero antes he querido asomarme aquí para escribir algo, cualquier cosa. Una entrada al día, por lo menos. Si no lo hago, es probable que, como tantas veces, la desidia me desilusione y me haga desistir. (Curioso, este efecto 3D.) ¿Tengo algo que decir? No, de momento. Pero burla burlando...

Siesta.

Ella se duerme a mi lado.
No sé por qué yo no duermo.
Serán cosas del verano,
primavera, otoño o invierno.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Ciber-onanismo.

Acaban de acusarme de algo nuevo: de practicar el placer solitario. ¿A cuento de qué? Pues de mi Facebook, de mi Gmail, de mi blog, de mis aplicaciones para cantar o leer música...

A la primera, el comentario me ha escandalizado, pero enseguida he encontrado una pista que liga ambas actividades: esto TAMBIÉN es malo para la vista.

Al final, va a resultar que el padre Rufino tenía razón.

Nubes sobre la costa

El mar sueña con ser nube.
La nube quiere ser agua,
gotas que la tierra cubren.
¿Dónde tendré mi paraguas?

Cotorras

Está de moda, incluso entre quienes se dicen progresistas, una forma de "intolerancia ecológica" que consiste en despreciar toda especie animal o vegetal que no sea autóctona.

Un ejemplo, de mi propio barrio, son las cotorras de nuestros parques. ¿No son ellas, acaso, inmigrantes involuntarias, admirablemente adaptadas a un ambiente extraño? ¿O vale aquí también el argumento xenófobo, según el cual las cotorras "extranjeras" les quitan el pan a "nuestras" aves?

Gafas de sol

En estos tiempos, el uso de las "gafas de sol" se extiende más allá de su aplicación primaria, esto es, proteger los ojos de la luz directa del sol. Las gafas se convierten en estandarte de nuestra sintonía con la moda, o de nuestra indiferencia ante ella. Sobre la cabeza son diadema que sujeta hermosas cabelleras o que corona yermas azoteas despobladas. Colgadas de un cordón, son símbolo de despiste o medalla que se exhibe con orgullo.

Ancladas sobre la nariz, en fin, son una máscara que oculta nuestros ojos a la vista de los demás, tapando excesos y miradas indiscretas o aburridas. No me acostumbro a la pérdida de contacto visual cuando hablo con alguien que las lleva puestas.

Las gafas de sol han salido de su entorno natural para utilizarse en todas partes y a todas horas. Por la noche. Dentro del agua en la playa o la piscina. En interiores, incluso mal iluminados. Me pregunto si esas parejas tan a la moda que lucen las gafas de sol hasta en sótanos tabernarios y garajes, se las dejarán puestas durante los momentos más íntimos de su vida. Igual eso se la hace más soportable.

Mis gafas de sol son las mismas hace 20 años, están casi siempre en el coche, y sólo me las pongo cuando tengo el sol de frente. Señal de que no he entendido nada.