Bloc de notas sobre la marcha

domingo, 15 de noviembre de 2009

Una pluma de paloma como juguete.

Junio de 2005. Estoy comiendo en Toledo, en una pausa en el trabajo. Las mesas del restaurante ocupan el patio de una casa antigua, un lugar ideal para olvidarse del mundo que hay alrededor.

Una niña de unos cinco años, que anda jugando entre las mesas, encuentra en el suelo una pluma, creo que de paloma. Inmediatamente, se pone a limpiarlo todo con ella, como si fuera un plumero completo. Viene su hermano y se la quita. El juego del niño es tirar la pluma al aire para hacer que vuele.

Me resisto a creer que esta diferencia de comportamiento ante el mismo estímulo es innata. Tiene que ser educativa o ambiental. Los padres de estos niños son jóvenes, modernos aparentemente. En principio, nuestro lenguaje es "políticamente correcto", pero, ¿qué estamos transmitiendo a los niños con nuestros hechos?

¿Por qué permitimos que la diferencia entre mujer y hombre, que sólo debería ser relevante en ciertas facetas de la vida, la abarque en todos sus aspectos? ¿Por qué, en el lenguaje, siempre usamos "a" para las mujeres, y siempre "o" para los hombres? ¿Tan diferentes somos? ¿O seguimos, y seguiremos, siendo diferentes porque nunca renunciaremos a etiquetar a nuestros hijos desde la cuna, o desde antes?

El asunto me supera, es materia para profesionales de la educación, sociología, psicología... Sólo me atrevo a opinar que la eliminación del sexismo, en el lenguaje, no debería consistir en utilizar siempre el femenino y el masculino (usando o no la arroba en las frases escritas), sino en esquivar el uso de ambos géneros gramaticales, sustituyendo "hombres y mujeres" por "personas". Es lo que yo intento hacer, aunque no siempre sea posible.

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